La integración europea es el mejor invento político del siglo XX pero ha perdido dinamismo y ambición hasta convertirse hoy en un proceso amenazado por múltiples crisis.
El papa Francisco tras recibir el Premio Carlomagno este año formuló la pregunta: ¿”Qué te ha pasado, Europa?” Partiendo de esta interrogación, cabría preguntarse si existe un déficit de identidad y de valores europeos en las instituciones de la Unión Europea, en sus objetivos y en sus políticas ¿Son los valores que dan sentido a la integración únicamente de inspiración cristiana? ¿Han estado siempre las señas de identidad cristiana presentes en la fundación y en el desarrollo de la integración europea? ¿Deberían inspirarnos para atender la crisis de refugiados, la relación con países terceros o los esfuerzos de integración social de inmigrantes de otras culturas y religiones? ¿Qué tipo de lideres y ciudadanos europeos pueden promover una nueva visión europeista desde estos valores?